martes, 25 de marzo de 2014

Un enamoramiento que encanta hasta la nostalgia...El Sahara

Hoy dejo atrás el mar y parece que entro en un mundo diferente acompañada por un viento de arenas finas y grandes dunas, aldeas de barro y oasis. Un territorio de paisajes variados, horizontes silenciosos y lejanos, el ajetreo y la calma, el verdor del oasis de la montaña y El Sahara.
Desde el autobús miro el paisaje que nunca he imaginado y me asombra a tan temprana hora, la holgazanería de tantos hombres con sus pipas de agua en la puerta del bar, mientras las mujeres desfilan camino a la fábrica de dátiles a trabajar. Tozeur, es el mayor de los oasis tunecinos con un inmenso palmeral y más de mil hectáreas de terreno cultivable.A los turistas nos pasean en calesa por el acogedor y laberíntico palmeral.
Si tengo que detenerme de modo especial en alguna etapa de mi viaje, sin duda es el cañón de Mides, protege las cascadas de Tamerza, una zona que se mantiene siempre verde por el agua de su río. El sol empieza a ser atronador y es tentador ver esa cascada de agua en ese oasis y muy apetecible dejarse llevar. Los más atrevidos decidimos darnos un baño en ropa interior y con elegante armonía, disfrutar del gorjeo del agua, del tesoro de esa belleza solitaria, agua fresca y limpia. Tamerza, el enclave es perfecto. Reímos y chapoteamos en el agua rodeados de palmeras en esa montaña encantada, mágica, un aliento fresco a las puertas del desierto.



Llegamos a Matmata, ciudad de un paisaje un tanto lunar, de casas subterráneas trogloditas que los bereberes construyeron para escapar del calor extremo.
Chott El Jerid, es un antiguo lago salado"mar de sal" formado por una aglomeración de cristales con su fenómeno de espejismo que son fantásticos y también las esplendidas puestas de sol.
La zona de Onk Ejjemel, fue el marco natural elegido para rodar algunas escenas de películas "El paciente Ingles" y "La Guerra de las Galaxias".
Fuimos a una gran jaima animada por un grupo folclórico. Nadie podemos regresar de Túnez sin recrearnos en mirar como bailan la danza del vientre. Serpentean el cuerpo y mueven el vientre como si estuvieran poseídas, con total expresividad, erotismo, mucha alegría y energía, es como una revelación del cuerpo con sus gritos exorbitantes, como si se perdieran en ese mundanal ruido y a la vez mimasen los sentidos hasta el último suspiro.
Hemos llegado a Douz, la entrada al desierto. Atrás quedan calles y bazares, y ahora parece que esté metida en un cuento, en la piscina de un hotel magnífico lleno de jazmines y árboles que no conozco y que lo hacen tan exuberante, cuidado todo con detalle, indicado para hacer escala al entorno que lo rodea el gran Sahara. El aislamiento es perfecto, el atardecer placentero y el sueño se hace más dulce después del baño, la sombra es generosa debajo de la palmera y cerca de las bonitas buganvillas. Ahora para mí descansar es el primer mandamiento, porque mañana conoceré un lugar realmente conmovedor y cumpliré uno de mis sueños con espíritu aventurero, conocer El Sahara.
Después de deleitar al paladar con una cena excelente y riquísimos dulces tradicionales, me asomo a la puerta del hotel y me detengo atenta ante el paraíso en calma, a la noche encantada, al manto de estrellas infinitas, es como si la divinidad de Alá extendiera su grandeza y que en ese universo vivieran todas las religiones, es la belleza tranquila que me atrapa,es el flechazo afortunado que me da la bienvenida al destino de los que nos gusta conocer mundo.
Tal vez ese cielo es patrimonio del desierto, nunca he visto una noche tan bella.
La mañana amanece tan grandiosa como la noche que se fue, los pájaros me despiertan estrepitosamente, como heraldos anunciadores de lo que traerá el día, el escenario de lo que tantas ganas tenía de conocer.
Nos espera una sorpresa antes de partir hacia el desierto, la tradición ancestral de ataviarnos con túnicas y velos para protegernos del calor y el polvo.
Y ahora sí, nos subimos a los camellos y tengo la gran emoción y alegría de mi aventura, de tener delante de mis ojos un tesoro sobrecogedor, una dimensión de belleza y tranquilidad de dunas de arenas y viento.


La magnífica puesta de sol mientras nos adentramos multiplica el encanto...
La sabia maestría de Alí lleva a mi camello dócil, como un taxista que va recogiendo pasajeros...me mira con amabilidad mientras detiene a la expedición y me fijo en sus pobres zapatos, lo imagino gente trabajadora tirando con poco a duras penas por estos paseos en el desierto.
A lo lejos cabalgan unos caballos, se acercan, solo puedo ver los ojos de uno de ellos de color verde, bellos y de rasgos hermosos. Alí habla deprisa, como enfadado, despidiéndolos, como si la visita no fuera de su gusto.
Salen en sus briosos caballos con sus ropas al viento, mientras nosotros nos paseamos por el paraíso de dunas y palmeras.
Cae el sol y es sobrecogedor, como un enamoramiento que encanta hasta la nostalgia. Todos mis sentidos son un recuerdo imborrable, que lo disfruto con una emoción impresa en cada palabra para que lo viváis A TRAVÉS DE MIS OJOS.
Por cierto... Alí recibió el reconocimiento de su amabilidad para que se comprara unos zapatos.

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