jueves, 13 de marzo de 2014

Tesoros y contrastes de Túnez

Lo bueno de tener el cajón de los sueños repleto, es que en cualquier momento puedo abrirlo y hacerlo posible.
Reinventarnos en diferentes escenarios llenos de magia....y hoy decido mi destino. TUNÉZ.
Este lugar es color, mucho color, historia, es calor tan aplastante que tumba, contrastes muy bonitos, bullicio y una sensación de desorden  y tal es el caos que siento la certeza de que no conocen el stress.
El hotel en el que me alojo es una autentica maravilla, un paraíso dotado de una refinada infraestructura y en el que la suerte o los escotes tan abiertos, nos proporcionan la suite del hotel.
Pero claro está, hay que atender bien al cliente, aunque me doy cuenta entre risas, que verdaderamente nuestros escotes han marcado relación con el recepcionista sin ninguna negociación.
Solo mirar..solo mirar...son palabras que yo imaginaba en mi cabeza riendo y que esos días tanto oímos por el laberinto de callejuelas llenas de vendedores...solo mirar..solo mirar...ese grito típico para tentarnos a la compra.
 
 
 
Hammamet es sol, mar, playas largas, palmeras, naranjos, cipreses y jazmines, un excelente lugar para vacaciones y uno de los centros turísticos más importante de Tunéz.
Me compro un bonito collar en la Medina y recuerdo al vendedor en un medio español como me embauca como un charlatán incansable, pero mi hábil regateo, termina en una buena negociación.
Los días pasan con sus ratitos de mar y conociendo paisajes y ciudades que me asombran:
Sousse y Port Kantaoui, donde tomo un café turco con aroma a naranjo.
Monastir, Mahdia, Cartágo donde los romanos también dejaron sus huellas y donde aun quedan algunas ruinas de la antigua capital púnica.
Sidi Bou Said, paraiso de callejuelas y casas blancas y su rico té con piñones.
 
 
 
Kairouan con sus mundialmente famosas alfombras de pura lana de oveja.
El Djem con su Coliseo , espectacular anfiteatro romano , patrimonio mundial de la Unesco, al igual que Cartágo.
Tantos sitios que me trasladan por el bullicio y las voces de vendedores que quieren que me acerque a sus puestos, solo mirar...solo mirar...
El embrujo de callejuelas, la norma caprichosa femenina de parar a mirar cualquier adorno, collar o túnica, sortija o bisutería pero todo lleno de color y olor de especias culinarias, comino, clavo, hierbabuena, canela, cúrcuma, etc.
Las noches son tan mágicas al aire libre...
Vamos hasta la Medina con un grupo de amigos de esos que se conocen en vacaciones, personas estupendas que como todos, solo buscan días para reír, relajarse y soñar, personas que como yo, saben ser alegres.
La mejor jaima de la Medina es para nosotros cada noche, insisto en que nuestra suerte estaba vinculada a nuestro escote...
Fumamos una sisa de manzana entre charla y risas durante horas y aquellas músicas agolpan mi cabeza porque todas me parecen iguales, pero forman parte de la magia y del bullicio de aquel café, bajo la humareda de nuestra pipa de agua.
Al llegar al hotel, los más trasnochadores aún tomamos una copa en una de esas estancias de lujo oriental.
La noche queda clara y el viento huele a mar desde la terraza, la luna es menguante y ya quedan pocos días para llegar al desierto.
Ahí tengo puesto mi corazón y emoción y me encantará contagiarlo en otras letras, pero A TRAVÉS DE MIS OJOS, El Sahara y los oasis, marcos de escenas de películas,espejismos, danza del vientre y las espléndidas puestas de sol.

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