Vía Verde y Lagares Rupestres
Salgo de Herce, pueblo riojano que bien merece unas letras en otro espacio, villa en la Edad Media primero de señorío y después de abadengo, por la Vía Verde del Cidacos dirección a Arnedilo, desde el km.26, es un paseo muy transitado por ciclistas, ociosos jubilados y otros tantos paseantes amantes de la naturaleza.
Pasada la antigua "Estación" de Herce utilizada hoy como albergue, emprendo el camino siguiendo los indicadores del recorrido para disfrutar de las áreas de descanso, del entorno y otros lugares de interés.
El otoño acaba de hacer su presencia, si miro de frente, al horizonte, veo como suavemente caen las hojas de chopos altivos y en los mismos se oye el gorgeo de pájaros aprovechando los rayos de sol en esta época del año.
Los densos zarzales tienen sus frutos negros, sabrosos y aunque espinados me abandono al capricho de comer las dulces moras.
Paso a paso contemplo las tierras de cultivo de regadío, trabajo incansable de labradores trabajadores. Predominan los frutales, tales como melocotoneros, granados, perales y especialmente los ciruelos. La primavera los viste de un oloroso manto blanco y es un entorno natural, tan maravilloso como lo es hoy, el aroma que se aprecia a fruto maduro que caracteriza la realidad, la vida y la variedad de este valle.
El camino es largo, recto y el paisaje, el mirar ese cielo azul, adivinar a dónde irán los aviones que lo cruzan o contemplar el majestuosos vuelo del buitre leonado es UNA APRECIACIÓN MAGNÍFICA, para el alma y el espíritu.
Bajo la mirada de las nubes, y veo la ermita del Salvador y el castillo de Herce, una estructura defensiva, que se encuentra en la cima de un impresionante escarpe rocoso.
Paseo entre grandes cañales,chopos negros jóvenes y viejos, espinos blancos, olmos cuyas verdes brillantes hojas se han tornado amarillas por el otoño, densas encinas y el colorido agracejo, una planta leñosa y de hojas espinosas de color rojo.
Saludo a quien trabaja la tierra, a quien pasea y a quien va caminando absorto en su pensamiento. Disfruto de todo mientras los pájaros algo deben festejar porque no dejan de cantar.
Cruzo el puente sobre el río Cidacos, testigo de caudal en otros años y al que esperamos en pocos días llegue el agua y le devuelva la estética natural.
Las grandes choperas son visitadas casi a diario para buscar setas, afición cada día mas generalizada por frecuentes jornadas micológicas.
Tomo un desvío de la Vía Verde, la antigua carretera a Préjano y ya podemos contemplar otro paisaje, veo la hermosura de los olivos con su fruto indispensable en la cocina mediterránea, árbol grande, de larga vida y troncos nudosos.
Vecinos conviven los almendros, llenos de fruto en otoño, su época de recolección y los que me embelesan y agitan mis sentidos cuando casi a punto de llegar la primavera estallan en esplendor botánico sobre el Valle del Cidacos completamente florecido.
Por fin llego a mi destino: los Lagares Rupestres, cavidades rocosas donde antaño depositaban la uva, aligerando así las faenas del campo sin la fatiga de transportarla cada día a casa.
Aprovecho el final de mi paseo y me siento bajo una encina, observo, admiro, disfruto...
El sol es pálido a esta hora...
Estoy a la misma distancia de Préjano que de Santa Eulalia.
Desde aquí se divisa el magnífico panorama del Valle del Cidacos, sopla un viento suave y benévolo de otoño, nada más se puede NARRAR, SOLO SENTIR, MIRAR Y ADMIRAR
Porque como dice la frase de Canción de Cuna "SABER MIRAR ES SABER AMAR"
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